Los retos del mercado de trabajo como consecuencia de la transformación digital
28 Jul
Recuperamos un interesante artículo, todavía de plena actualidad, de J. Andrés y R. Doménech, titulado: El Futuro del Trabajo: una Visión General. Los autores presentan una panorámica de los retos del mercado de trabajo como consecuencia de la transformación digital.
Aquí os dejamos su texto introductorio:
“Los determinantes del crecimiento económico y el reparto de los beneficios del progreso técnico han sido preocupaciones centrales del pensamiento económico. A lo largo de los dos últimos siglos, el progreso técnico ha sido también motivo de previsiones lúgubres sobre la sustitución de los trabajadores por máquinas, la posibilidad de desempleo tecnológico y la participación del trabajo en la distribución de la renta. Sin embargo, aunque no sin tensiones ni conflictos, la historia de las sucesivas revoluciones industriales ha seguido hasta ahora un patrón de mejora generalizada del bienestar a largo plazo en las economías avanzadas. Al margen de las crisis recurrentes que caracterizan el ciclo económico, a medida que se han utilizado más y mejores máquinas ha aumentado la demanda de trabajo a nivel agregado, sin tendencia creciente alguna en las tasas de paro, a pesar del fuerte aumento de la población en edad y disposición de trabajar. La desigualdad de la renta no ha seguido tampoco ningún patrón tendencial a largo plazo. Tras su aumento a finales del siglo XIX y principios del XX siguió una fase de mejora de la equidad entre los años 30 y 70 del siglo pasado, conocida como la Gran Nivelación, muy ligada al desarrollo del Estado del bienestar. Solo en las últimas décadas se vuelve a apreciar un aumento de la desigualdad, aunque con mucha heterogeneidad entre países.
Cuatro han sido los factores que han contribuido a este patrón de progreso.
El primero, tecnológico: el progreso técnico ha sido hasta décadas recientes de naturaleza general, es decir, ha contribuido a aumentar de manera generalizada la productividad del trabajo y, con ello, su demanda y sus salarios. Aunque ese progreso técnico ha sido sesgado, durante décadas los trabajadores han podido ir adquiriendo fácilmente las habilidades necesarias para utilizar nuevas técnicas, procesos y máquinas, en muchas ocasiones son con el aprendizaje en el puesto de trabajo, facilitando la transición de unas ocupaciones a otras en sectores distintos.
El segundo ha sido la competencia. Los avances tecnológicos han acabado trasladándose a precios más bajos de muchos bienes, aumentando su demanda.
Tercero, la mejora de la productividad en unos sectores y el incremento de la renta han provocado un aumento de la demanda de otros bienes y servicios complementarios. Esta complementariedad ha dado lugar a que los salarios hayan aumentado también en sectores en los que las mejoras de productividad han sido más modestas.
En cuarto y último lugar, el desarrollo del estado del bienestar, que ha podido financiarse con los mayores recursos generados por el progreso.
¿Será la revolución digital diferente a las anteriores?
El peor de los escenarios que algunos especialistas auguran es que el ritmo de avance tecnológico insesgado se debilite y derive en avances espectaculares (y aún hoy difícilmente predecibles) en tecnologías disruptivas y sesgadas en habilidades y tareas, que potencien la eficiencia de unos pocos trabajadores, mientras sustituyen y destruyen muchos otros empleos.
Para que este escenario catastrófico de paro tecnológico masivo y desigualdad creciente se materialice se deben dar simultáneamente dos condiciones.
En primer lugar, que el ritmo ya observado de polarización y prima salarial de los trabajadores más cualificados se acelere con la sustitución de ocupaciones por robots e inteligencia artificial, destruyendo más empleo del que se crea.
En segundo lugar, que las regulaciones que determinan la competencia, la demanda de bienes y servicios complementarios, y el Estado de bienestar sean incapaces de compensar los efectos de una sustituibilidad tecnológica extrema o incluso de reconducirla por cauces menos disruptivos.
Es difícil predecir el futuro lejano, pero hay razones para ser optimistas y confiar en que la cuarta revolución industrial puede no ser tan diferente de las anteriores, siempre que las sociedades sean capaces de anticiparse, gestionar los cambios y adaptarse a las nuevas condiciones impuestas por el proceso de transformación tecnológica y digital.”.
Si queréis leer el artículo completo, aquí tenéis el enlace: https://www.uv.es/rdomenec/ADFuturodelTrabajo29ene2018.pdf